La ropa íntima siempre ha estado condicionada por las necesidades específicas y los estilos estéticos de cada época.
La imposición del corsé fue debido a que Catarina de Medici en 1550, exigió que en las recepciones de la Corte, las mujeres lucieran una figura modelada por este artilugio y este concepto estético, agresivo con la salud, duró 450 años. A finales del siglo XIX Hermine de Cadolle inventó el “bien-sentar” (le bien être), en el que dotaba de movilidad la pieza al separar el cuerpo de la pieza que abrazaba el pecho. A principios del XX Paul Poiret se convirtió en el luchador anti corsé más reconocido con sus diseños de prendas tiradas que dejaban si hechuras a las mujeres. En 1914, Mary Phelps Jacob, patentó el primer sujetador reconocido como tal.
A mediados del siglo XX, Howard Hugues, encargó a un ingeniero aeronáutico, que inventara un sujetador que “proyectara” el pecho de Jane Russell, para la película “El Forajido”, y Hollywood influenció de forma determinante en la popularización de esa nueva manera de entender la figura femenina, donde el sujetador adquirió una función esencial.
Desde los años 50, esta industria floreciente, la de los fabricantes de sujetadores, provocó el nacimiento de las marcas más conocidas de la actualidad y sin duda, su concepto estético y de moda adquirió una relevancia indudable, que ha provocado que ir a comprar ropa interior, se haya convertido en una compra por impulso, donde lo más importante sea como “aspiramos vernos” y nuestra compra sea casi exclusivamente emocional.
Afortunadamente, las mujeres cada vez se han vuelto más exigentes con su confort. No permiten que les convenzan con respuestas aprendidas que forman parte más de una evasiva que de la certeza de la buena profesionalidad. Ya no se conforman con que el sujetador les moleste, les pinche, se les estropee sin razón, y que lo primero que desean después de un largo día de trabajo, es quitarse esa molestia cuando llegan a casa.
Ha llegado el momento del nuevo paso. Ahora es necesario que las tiendas donde vamos a comprar estén preparadas para atendernos. Necesitamos que nos aconsejen bien. Exigimos que nos solucionen nuestras necesidades. Los clientes no quieren comprar con dudas y desde luego, las profesionales de la venta cada vez han de estar más preparadas para tratar cualquier remordimiento de compra con soluciones efectivas.
Evidentemente se ha de tener buen trato, preguntarle la talla y la copa que usa y en caso que no lo sepa (el 94% no lo saben), ayudarlas a calcularlo y escribírselo en una tarjeta de la tienda. 7 de cada 10 mujeres no usan la talla/copa que les corresponde. Una vez se sabe este dato, preguntar qué uso le van a dar: para estar por casa, para salir de fiesta, para mostrar hombros, para enseñar escote, para practicar deporte, porque están embarazadas, para dormir,… Ese es el momento de buscar el modelo adecuado, en la talla y la copa que les corresponda. Y si no lo tiene en el stock, consultarlo en el catálogo y pedirlo a la marca. Con estas sencillas acciones, la cliente se fideliza, porque se han atendido sus necesidades.
Actualmente empieza a ser necesario que las tiendas aporten valor añadido a su trabajo y transmitan seguridad profesional. Muchas usuarias, buscan tiendas especialistas, porque han dejado de conformarse y quieren respuestas.
Francesc Puertas
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