jueves, 10 de enero de 2013

Los nuevos hábitos de compra hacen necesario el enfoque experto de la atención al público en las tiendas de lencería.


No descubro nada nuevo, si recuerdo que la evolución de la ropa íntima femenina ha sido paralela a los gustos y necesidades de la mujer en cada instante de la Historia. En concreto, lo que se llamó “sujetador”, cumplía su función al “sujetar” los senos, para que no se lesionaran o para que no significaran un problema para las mujeres. Se sujetaban habitualmente con bandas largas de tejido hasta que apareció el primer artilugio que afectaba directamente el pecho, como fueron los jubones o los corsés. Estas piezas rígidas, conferían a la mujer un aspecto especial, ya que comprimía el cuerpo y levantaba el escote.

Desde su imposición en la Corte por parte de Catalina de Medici, hasta entrado el siglo XX, mantuvo su “condición” de elemento de uso obligado de las clases altas y su desarrollo como pieza estética que moldeaba el cuerpo femenino para conferirle un aspecto seductor era incontestable, a pesar de los graves sufrimientos de las mujeres que lo usaban.

Entrado ya el siglo XX, debido a los cambios sociales y  a la redefinición del papel de la mujer, también el universo de la ropa íntima tuvo cambios relevantes.

Desde los aspectos mas estéticos a los mas funcionales. Desde la ropa íntima entendida para lucir el cuerpo, a la ropa cómoda que exigía la incorporación de la mujer en todos los estratos de la vida laboral.

Curiosamente el mundo del celuloide tuvo mucho que ver, pero también la Segunda Guerra Mundial. Desde las actrices que lucían hechuras extremas, mostrando sus atributos y por lo tanto usando piezas que potenciaran sus curvas, hasta aquellas mujeres que necesitaban ir confortables y que sustituían a los hombres que estaban en el campo de batalla, en los trabajos en todos los sectores sin importar su dureza.

Entrado ya el siglo XXI, la mujer está plenamente en el mercado laboral, los gustos estéticos y la moda ha evolucionado hasta encontrar en las emociones, el mayor elemento motivador para decidirse por un producto u otro.

Por lo tanto, las marcas y las tiendas, han preparado su capacidad de “captación” de clientes en aquello que “entra por la vista” y por lo tanto la venta por impulso. Y aquí hablamos tanto de moda como de precio. Se trata muchas veces de “espejismos” que quedan al descubierto una vez comprada la prenda.

Pero también hay mujeres que les gusta comprar racionalmente. No hay duda que las emociones también serán importantes para decidirse por una u otra prenda, pero lo que primero buscan es que sea un producto que cumpla sus expectativas, que sea cómodo y con el que se sienta a gusto, tanto por la figura que le deja, como porque es un producto actual y a la moda.

Este tipo de consumidora, cada vez de siente mas desatendida, y es necesario que las marcas y las tiendas, sepan satisfacer sus necesidades de información, prescripción y consejo.

En el futuro está claro que las tiendas deben cuidar su imagen, la forma en la que presentan el producto y todo lo que sea necesario para generar tráfico de personas en el establecimiento, pero también es necesario que se instruya de forma adecuada a las vendedoras, para que su capacidad de expertas, ayuden a su cliente/a a encontrar lo que busca.

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